martes, diciembre 08, 2015

Novela Laliter (+ Rochiter): Amor con sabor a café capítulo 1: Ballet.

«Nadie está preparado para la vida, no hay que estar preparado para la vida, ella es la que te enseña a vivir; a vivirla»


Aquí estaba yo, Peter Lanzani, bebiendo café en un vaso desechable y viéndola bailar, moviéndose al compás de aquella dramática música cual ángel mismo.

Y como siempre, me hacía la misma pregunta: ¿Podía existir algo tan hermoso y dulce?

Instantáneamente la respuesta era no, pero sabía que una parte muy, muy adentro de mí decía que sí, que había algo aún más hermoso, pero trataba de taparlo e ignorarlo.

Todos se pusieron de pie y comenzaron a aplaudir. Las bailarinas hicieron una reverencia.

Yo solamente tenía mi vista en aquella rubia de sonrisa gigante con ojos brillosos de tanta felicidad que habitaba en ella en este mismo momento.

El telón bajó y las luces se encendieron. El show había terminado y mi corazón seguía palpitando pidiendo más y mucho más.




Encendí mi coche y empecé a conducir por las calles de Buenos Aires.

Los edificios brillaban al igual que los bares y demás. Era un hermoso lugar.
Eché un vistazo a la ventana cuando el semáforo se puso en rojo. El lugar estaba repleto de personas que caminaban y corrían de aquí para allá.
Estaba observando como los autos pasaban hasta que ella pasó por enfrente mío; la chica rubia de enorme sonrisa.

El semáforo se puso en verde y la chica aún no había llegado al otro extremo del lugar. Los bocinazos comenzaron como la desesperación en su cara.
Ella vestía todavía su tutú y las mallas, pero llevaba una campera con capucha encima suyo para resguardarse del frío violento que azotaba la ciudad.

Ella, plasmada de nervios, tropezó así cayendo. Los automovilistas cansados, sin importarles la pobre muchacha, pusieron en marcha sus autos a toda velocidad casi arroyándola.
Todo era un caos y los bocinazos no ayudaban.

Maldita gente estúpida.

Me acerqué con el auto un poco más cerca de ella y saqué mi cabeza por la ventanilla.
La observé. Ella estaba con los nervios de punta a punta sin saber que podría hacer.

—¡Oye! —Grité, para llamar su atención. Su vista se posó en mí, y en ese momento observé sus ojos y sentía como penetraba los míos. —Sube, yo te ayudaré. —Ella me miró dudosa. Esto me estresaría si no se trataría de ella. —Vamos, ¿o quieres ser atropellada? —Esta vez sin dudarlo entró al auto en la parte trasera, y así por fin pude arrancar y sacarnos de aquel despelote.

—Lo siento por eso, es que estaba algo apurada. —Exclamó apenada. —Creo que tendría que ir nuevamente allí y disculparme con todos. —Tapó su rostro con sus pequeñas manos, observé que sus uñas estaban perfectamente pintadas de color blanco.

Que ella me estuviera dirigiendo la palabra me sorprendía y hacía que mi corazón palpitase fuerte.

—No digas incoherencias, ellos fueron unos idiotas al no esperar que tú termines de cruzar. —Dije y eché una rápida mirada hacia ella mirándola por el espejo retrovisor.

—Estoy tan apenada. —Su cara se tiñó de un suave colorado. —Es que mi madre tuvo un problema con su perro y ahora está en el veterinario, así que me encargó ciudar a mi hermano que está solo en casa, por eso a penas me avisaron tuve que salir tan rápido que ni tiempo de cambiarme he tenido, las personas me miraban raro. —Su cara hizo una mueca graciosa a lo que yo reí un poco. —Ay, lo siento. —Dijo, vergonzosa. —Yo soy una completa extraña para ti y seguramente estoy molestándote con mis problemas. —Su rostro se tornó rojizo nuevamente.

Estacioné una cuadra después a donde estábamos.

—No me molestas. —Exclamé sinceramente y le sonreí. —¿Adónde ibas? Puedo llevarte. —Le dije.

—¡Oh, no! —Ella me miró como si estuviera loco. —Ya ha sido mucho que usted me ayudara en aquel lío. No quiero molestarlo, me tomaré el tren.

—Oh Dios, dime que no me has llamado por usted porque me ofenderé. —Reí —Creo que como mucho tendré tres años más que tú, y por lo que vi eres terca, así que no voy a insistir y sólo voy a llevarte a la estación de tren.

Sabía mucho de la terquedad, eso lo había aprendido de ella, la mujer más terca del mundo, o por lo menos, mi mundo.

La rubia cuyo nombre no sabía sólo se limitó a sonreír y agradecer. —Disculpa pero ¿cómo es tu nombre? —Pregunté, poniendo en marcha el auto.

—Rocío; Rocío Igarzabal. —Exclamó con voz definida.








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AHHHHH, primer capítulo! Algo corto pero que más da jajajajaj, ojala disfruten este nuevo proyecto.

Ayuden con un comentario, eso me alimentan, ya saben jejej.
Sinceramente espero que no se bajen del tren sólo porque esta novela también contiene Rochiter, es que amo Laliter pero quería en serio publicar esta novela acá, y lo "malo"  es que es un triángulo.

Espero que sepan entender y no los haya aburrido.

Miss Laliter.

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Comeeeeeeeeeenten, me alegrarían el día! ;3